Nueva York, febrero de 1962, la galería de Leo Castelli presenta la primera exposición individual de un joven artista, Roy Lichtenstein. Antes de su inauguración todas las obras expuestas ya han sido vendidas. En sus inmediaciones, puede que aún se pueda encontrar algún quiosco que exponga un ejemplar del número 89 de All-American Men of War -con fecha de portada de febrero, pero que se había puesto a la venta un par de meses antes-, en cuyo interior se reproduce una viñeta casi idéntica a una de las pinturas expuestas. Una oscura reproducción en mal papel de un dibujante anónimo frente a un luminoso lienzo de más de tres metros cuadrados de Roy Lichtenstein. Una sombra de una sombra del arte frente al auténtico Arte. 
BLAM, 172,7 x 203,2 cm

  Pero esa supuesta jerarquía no se sostiene, principalmente, por dos razones: primera, porque aquí el original es la sombra y la copia de la sombra de esa sombra, el lienzo; y segunda, porque no hay jerarquía alguna entre lo que, simplemente, es diferente: la narración gráfica y la pintura. 
   BLAM fue adquirida, al parecer, por mil dólares. Lichtenstein había realizado la inversión de su vida, de un cómic de doce centavos extrajo cinco pinturas, tres de ellas relacionadas con la misma historieta: BLAM, BRATTATA y OKAY, HOT-SHOT, OKAY. Russ Heath, Irv Novick, Jerry Grandenetti, Myron Fass y un largo etcétera no podían ni tan siquiera presentar una demanda por plagio, porque no poseían los derechos sobre sus propias obras. Sombras, sí, pero no del arte, sino de la explotación laboral.
   
BRATTATA, 106,7 x 106,7 cm
El cambio de "No.2" por "No.4" no es la corrección de un supuesto error. Lichtenstein sigue hasta el argumento de la historieta y, dado que no reproduce todas las viñetas, ha de cambiar la cifra para que se entienda que el piloto está a una victoria de convertirse en un As.
OKAY, HOT-SHOT, OKAY!
203,2 x 172,7 cm
Una composición de cuatro fuentes distintas, sigue la historia de los "Aces Wild", pero el rostro del piloto proviene de la serie de Russ Heath "The Haunted Tank"; de GI Combat 94, junio-julio de 1962.

   Russ Heath ajustó cuentas, artísticamente, con Roy Lichtenstein en varias ocasiones. En "The Artist" encontró a los cómplices ideales, Harvey Kurtzman y Will Elder, antiguos colaboradores de los EC Comics. Si Roy Lichtenstein encontraba que los cómics bélicos que copiaba eran estúpidos, con una concepción adolescente de la violencia, podía haber buscado los títulos censurados de apenas unos años antes; en ellos también habría encontrado a Harvey Kurtzman, a Will Elder y a Russ Heath.

Donde las dan...
The Kiss de Lichtenstein, basada en una viñeta de Myron Fass, y Shazam! de Duncan Fyfe Hepplewhite (Myron Fass dibujó historietas del antiguo Capitán Marvel, ahora Shazam).


Portada de All-American Men of War 89 de Jerry Grandenetti
















 "Little Annie Fanny", Playboy, septiembre de 1963
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Un 4 de enero de 1936, la prensa norteamericana publicaba dos series que parecía que fueran obra de un mismo autor: Scorchy Smith y Terry and the Pirates. El parecido entre sus protagonistas masculinos, Pat Ryan y Scorchy Smith, era tal que bien podían ser el uno el reflejo del otro. Quizás porque sus respectivos autores trabajaban, como si de la línea imaginaria de un espejo se tratara, frente a frente. Milton Caniff, zurdo, y Noel Sickles, diestro, viendo como cobraban vida, en un tablero, Dickie Dare y Terry y los piratas, y en el otro, Scorchy Smith. Tres años de laboriosa amistad dieron como resultado un estilo en los cómics -el del claroscuro, la incidencia fugaz de la luz y la sombra en los objetos-, al que sin duda ambos contribuyeron.
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Un autobús sube por la Quinta Avenida aproximándose al cruce con la calle 42. En la plataforma superior viaja una sola persona, Mickey Lafarge, una muchacha que sale por primera vez de los bosques de Canadá. Desde el interior del autobús, sus dos amigos, Scorchy Smith y Heinie Himmelstoss -que apareció en la entrada anterior-, conducen y dialogan con ella. No aparecen en escena, salvo por sus globos de texto fácilmente identificables por su habla.

Noel Sickles se subió a un tren en marcha en 1933 con destino a no se sabe dónde. Tenía veintidós años. Dirigió la máquina hacia Corumba, hacia Birch Bay y otros lugares exóticos. Tres años después saltó del tren sin aminorar la marcha. Su nombre no volvería a aparecer nunca más en otra historieta.  No resulta fácil entender que se hiciera cargo de una serie cuyo dibujo detestaba y que, una vez que hubo logrado llevarla a alturas que hasta entonces no se habían soñado, la abandonara.
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¿Cuántas colecciones de cómics hemos perdido a lo largo de la vida, especialmente en la infancia? ¿Los cuadernos de El Capitán Trueno, si no de Ambrós, al menos de Ángel Pardo? ¿Los Trueno Extra de Fuentes Man? ¿Los oscuros tebeos de Vértice de Zarpa de Acero, Mytek el Poderoso o de Spider, antes de la llegada de Spiderman? Cada generación tiene sus colecciones perdidas, las deslumbrantes revistas de antes de la Guerra o los maravillosos cómics de Fórum y Zinco de los 80.

Ante una obra de Fortunino Matania, una mirada descuidada podría llevar a pensar que estamos ante una fotografía, tal es su realismo. Sin embargo, una mirada más atenta revela que no se trata de una instantánea afortunada, sino que se aprecian los trazos, la composición, las proporciones, la luz... que responden, en definitiva, a una intención; que cuentan algo.
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Demasiadas cosas hemos dejado atrás, tantas que no se puede dejar pasar la oportunidad de recuperar alguna. Hace cien años, en febrero de 1921, un recién nacido fue abandonado en la puerta de un joven soltero con algo de sobrepeso. No fue el inicio de un melodrama con huerfanito, ni de las aventuras de un héroe solitario y su cachorro, fue algo casi imperceptible: el paso del tiempo, el crecimiento apenas visible día a día -en blanco en negro-, o semana a semana -en color-.
2

Un día de verano en la Barcelona de los años veinte del pasado siglo, cuando aún circulaban autobuses de dos pisos que no fueran turísticos. Una abigarrada escena callejera captada por Bigre, "el mejor caricaturista del orbe y sus alrededores, calle Provenza 360, 4º 2ª", según reza el anuncio en lo alto del autobús. Un chiste privado dentro del chiste, pues se daría el caso de que Bigre y Opisso serían, puerta con puerta, vecinos.
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Dos cruces de miradas, dos princesas de Venus y un terrestre llegado accidentalmente a su nebuloso mundo sin estrellas. Las dos igualmente bellas, pero el ilustrador, Fortunino Matania, matiza sus diferencias. Por una parte, la mirada interrogadora de Duare frente a un Carson perplejo; por otra, la confianza mutua que nace en un instante entre dos extraños, entre Nalte y Carson.

Duare o Nalte, una difícil elección.
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Una obra abierta y tan dilatada en el tiempo como Den es imposible que no contenga inconsistencias. Sin embargo, se aprecia claramente la voluntad de Corben de encajar las piezas del complicado rompecabezas que supone la vida de Den. Para empezar, el tema del doble está presente ya desde el primer álbum. La Reina Roja, cuya corona es una simple cinta roja, nos advierte de la existencia de otra "Keeth-Ren" en Neverwhere.
1

En febrero de 1944, Alex Raymond dejó nuevas huellas autobiográficas en su obra. Lil de Vrille, la antigua Shangai Lil, se dirigía a Jungle Jim y a los lectores en uniforme de reservista de los marines: "¡Todos estamos obligados a ayudar a poner fin, rápidamente, a esta horrible guerra!" Su "todos" incluía al autor que acababa de alistarse como oficial de la reserva del cuerpo de marines.
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